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jueves, 28 de octubre de 2010

CORRIDA TOROS SIGLO XIX



Corrida de toros, siglo XIX
figuras planas

Las escenas diferentes de la corrida de toros. Vestidos de epoca siglo XIX.


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El matador y los banderilleros esperan la salida del toro resguardados en burladeros fijos de la plaza: el matador y el segundo peón, en el burladero de capotes; el peón de confianza en el primero de los que ha de encontrar el animal en su recorrido y el tercero en el situado justo enfrente de éste. Tras su irrupción en la arena, por lo general rápida y violenta, el toro suele recorrer, a gran velocidad, las tablas de la barrera situadas a su derecha (cuando lo hace a su izquierda, se dice que el toro “ha salido contrario”). Después de una o dos vueltas es preciso fijarlo, es decir, hacer que preste atención a los engaños, para lo que el primer peón le dobla, es decir, le frena con el vuelo del capote, lo embarca en él girándolo, cambia de manos la capa por la espalda y, por último, con el capote sujeto a una sola mano, lo corre hasta el punto desde el que pueda citarlo el matador.

Siguen los denominados pases de recibo, que instrumenta el matador y que sirven para enseñar a embestir al toro y también para probar sus cualidades positivas y negativas. Suelen correrlos caminando hacia atrás, sin perder la rectitud con la dirección del animal y dándole salida sin forzarlo, con objeto de comprobar en puridad la naturaleza de su embestida y llevarlo así a los medios






El presidente ordena la salida de los picadores. Uno ejecutará la suerte y el otro cubrirá la salida, es decir, se situará en el extremo opuesto del redondel. La razón que sustenta el castigo que el toro ha de sufrir en varas es la de adecuar y mejorar su comportamiento durante el resto de la lidia: quebrando su fortaleza y pujanza naturales para atemperarlo, corrigiendo (por las heridas infligidas a uno u otro lado del morrillo) los defectos de la cabeza y obligándole a humillar la testuz. Por otra parte, es la prueba fundamental con la que medir su bravura.

Puesto el toro en suerte por el matador, o con menor frecuencia por uno de los subalternos, en línea con el caballo, que no traspasará la raya interior como el toro no debe traspasar la exterior, el picador puede realizar la suerte de frente y por derecho, dando los pechos del caballo, ligeramente cuarteado, al toro, o de costado, por el lado cubierto por el peto. La puya debe clavarse en lo alto, alargándola en el cite y recogiéndola desde el encuentro y jamás, aunque es un jamás que nunca se cumple, debe taparse la salida del toro durante la vara, acorralándolo entre las tablas y el cuerpo del percherón, la denominada carioca. Terminada la suerte, el matador procede al quite, es decir, a sacar primero al toro de su encele con el caballo y después a instrumentarle los pases de capa que considere más lucidos según las características del animal. En las varas segunda y tercera, que son las que calibran, en verdad, la casta y bravura del toro, los quites los efectúan, por orden de antigüedad, los compañeros de terna


el picador picando 12cm



el picador solo 8cm



Las banderillas, rehiletes, garapullos o avivadores, que todos esos nombres reciben los palos, sirven para enardecer al toro después del castigo en varas. En otras épocas, el tercio lo ejecutaban los banderilleros por riguroso orden de antigüedad. En la actualidad, la única norma que se observa es la de que cada uno de los peones coloca dos pares de banderillas: en el primer toro del matador, el segundo se encarga de la brega, el peón de confianza clava dos pares y el tercero uno en éste y otro en el toro siguiente que corresponda al diestro, en el que el segundo clavará dos veces y bregará el peón de confianza.

Las banderillas deben colocarse por ambos pitones del toro, izquierdo y derecho, dos por un lado y otro por el contrario, de modo que sirvan también para probarlo por ellos cara a la posterior faena de muleta. En el caso de ser el matador quien ejecute el tercio, será él mismo y no el presidente el que determine el número de veces que entra al toro, aunque nunca menos de dos.




En el pasado, la muleta era sólo un instrumento defensivo del que se servía el torero para engañar al toro en el momento de la estocada, único considerado, junto a la pica, importante en el toreo. En la actualidad está considerado como el tercio esencial para determinar el triunfo o el fracaso del torero, por más que para el aficionado todos tengan interés y valía semejantes. Tiene la primacía de la belleza, en la que el torero, a solas con su enemigo, interpreta su íntima concepción de qué es torear.

Al obligado toque de clarines y timbales, el matador toma, de manos de su mozo de espadas, el estoque y la muleta. Se dirige, si es su primer toro, a la presidencia para solicitar el pertinente permiso y, después de brindar o no la muerte del animal, se dirige hacia el astado. Éste habrá sido llevado por los subalternos al sitio elegido por el maestro, por lo general en la raya del tercio y en el lugar de la plaza más alejado de sus querencias naturales. Desde ahí, si el animal responde, podrá incluso sacarlo a los medios, donde la soledad es todavía más profunda. La faena es el conjunto de series de pases ligados que el torero da, manteniéndose él quieto mientras el toro pasa en movimientos circulares en torno a su cuerpo. La ligazón y el temple, es decir, la continuidad de los mismos y su adecuación en velocidad y ritmo hasta hacer que el animal embista según le manda la muleta y no de acuerdo a su natural ferocidad, son los elementos, junto con la plástica de su realización o el coraje para vencer las dificultades que el toro oponga, más valorados en este tercio. Acaba con la suerte suprema: entrar a matar al toro.




Es la esencial y fundamental que justifica cuanto antecede en el ruedo entre toro y matadores. Es el último instante sacrificial de la fiesta y aquel en el que, pese a las lógicas diferencias, más igualados están ante la muerte (es el único momento de la lidia en la que, por unos instantes, el matador deja de ver hacia dónde se dirigen los cuernos del toro) ambos protagonistas. Cuadrado el toro, es decir, juntas las pezuñas delanteras, las de las manos, y cuadradas respecto a las traseras, las patas, el matador cita al toro bien en la suerte natural, en la que el costado derecho de la res queda hacia las tablas o en la suerte contraria, cuando lo hace el izquierdo. Según sea el comportamiento del torero, la suerte recibe diferentes nombres. Volapié, si con la muleta baja, recogida o enrollada en la mano izquierda, el otro brazo en alto, junto al corazón y extendido, adelanta un paso en el momento de citar al toro, lo vacía y, después de clavar, sale por el lado contrario. Recibiendo, si el matador cita al toro y espera inmóvil que llegue a jurisdicción. Al encuentro, si ambos avanzan a la vez.

La estocada buena es la que penetra hasta la empuñadura, hasta la bola, en el cuerpo del toro por la unión entre el cuello y la línea dorsal, zona denominada cruz, rubios o agujas. Si no entra lo suficiente, la estocada se denomina pinchazo: hondo, media estocada o metisaca, si el torero clava y extrae el estoque con rapidez. La posición de la espada se determina en relación con el cuerpo del toro y su distancia del lugar ideal: delantera, trasera, caída, en los bajos o bajonazo.

Cuando la estocada no ha sido suficiente para hacer rodar al toro, el matador emplea el verduguillo. El único punto por el que la punta del estoque puede penetrar hasta el bulbo raquídeo del animal es el agujero magno u occipital, situado en la parte posterior del vértice de los cuernos, en una zona llamada precisamente nuca, occipucio o cabello



toro descabello 6cm









caballo en tierra 8cm

el arrastre de 19cm


Los avisos

Son los toques de clarín con los que la presidencia avisa al matador que se ha excedido en el tiempo que el reglamento vigente concede para la ejecución de la faena y muerte del toro. Suena el primero a los 10 minutos del inicio del tercio en España o del primer pinchazo en México. Tres minutos después el segundo. Y dos más tarde el tercero y último que obliga a matador y subalternos a retirarse a la barrera para que el toro sea retirado por los cabestros o apuntillado en el mismo ruedo. De no lograrse ni una ni otra acción, el matador siguiente de la terna, previa orden del presidente, procederá a matarlo o descabellarlo según sean las condiciones de la res.

Los trofeos

Muerto el toro, es el público quien mediante sus aplausos o pitos enjuicia la actuación del matador y a él corresponde siempre la orientación del primer veredicto del presidente.

Dos orejas y rabo

Máximo trofeo posible en plazas de primera categoría. La de Las Ventas de Madrid tiene a gala la casi absoluta imposibilidad de alcanzarlo. El último rabo otorgado, hasta la fecha, lo logró Sebastián Palomo Linares, el 22 de mayo de 1972, al toro Cigarrón, de Atanasio Fernández, en decisión discutidísima del presidente. El presidente debe sacar el pañuelo blanco tres veces antes del arrastre del toro.

6.5.2 Dos orejas

Trofeos que aseguran la salida a hombros por la puerta grande, salvo en la Real Maestranza de Sevilla, que exige que los toreros corten tres para poder hacerlo por la Puerta del Príncipe, y en el caso de las corridas en solitario, en las que tres son siempre las exigidas. El presidente debe sacar el pañuelo blanco dos veces antes del arrastre del toro.

Una oreja

Concesión directa del público, al que el presidente ha de atender si por el número de pañuelos blancos que cubren las gradas considera que es petición mayoritaria. Ha de sacar el pañuelo una sola vez.

Vuelta al ruedo

Premio de consolación cuando la suerte suprema no ha estado a la altura de la faena de muleta. Es el público el que invita al torero a iniciarla con sus aplausos y gestos.

Saludo desde el tercio

Premio de consolación cuando a pesar de las ganas del torero las cosas no han salido de acuerdo a sus deseos.













Al toro de lidia en una plaza de toros se le evalúan básicamente tres cosas: Trapío, bravura y casta.

El trapío se refiere a la estampa o aspecto fenotípico del toro de lidia. Esto se debe observar a la salida del toro conjuntamente con el temperamento o "personalidad" que demuestre el toro, que debe estar acorde con las características de la ganadería de origen, y que difiere entre ganaderías.

La bravura del toro se demuestra ante el picador. Un toro será más bravo cuantas más veces y más fiereza demuestre ante el castigo de la puya. Reglamentariamente el toro debe tomar un máximo de tres puyas.
Las características típicas para medir la bravura son las siguientes:


1.- Acometer con prontitud (rapidez) a cualquier estímulo.

2.- Repetición de la embestida al repetirse los estímulos externos.
3.- Buena pelea en el primer tercio de la lidia, es decir en el caballo, al que acudirá:- con prontitud :
- con rectitud en sus acometidas (nobleza, es decir claridad en sus embestidas, nunca zigzagueante)
- de lejos
- empujando con los riñones y la cabeza fija, aún cuando tenga la puya clavada, sin movimientos laterales o de arriba a abajo, ni buscar otras clases de alivio en su dolor.
- sin dolerse, es decir sin manifestar dolor, ni retroceder ni recular

- con tendencia a irse siempre a la parte central del ruedo, denominada en el lenguaje taurino como los medios, que serán llamados también terrenos del toro o las afueras.

4.- La rectitud y prontitud en la embestida deberán permanecer también durante los tercios de banderillas y de muleta, finalizando sólo aquéllas en el momento de su muerte, en el que buscará hacerlo en su terreno, es decir en los medios.
5.- Morir con la boca cerrada, es decir, en lenguaje taurino tragándose la muerte.


La casta se demuestra en los pases de muleta. El toro debe ser codicioso y debe humillar (bajar bien la cabeza) cuando es citado por el torero. El toro debe ir con fijeza y nobleza a la muleta o engaño. Siempre demostrando que es bravo y tiene peligro estar parado frente a él, pero sin mostrar signos de preferir cornear al torero antes que responder adecuadamente a las ordenes o cites del torero. Y por supuesto el toro nunca debe mansear frente al torero. Nunca debe tardarse en embestir y mucho menos debe retroceder ante el torero.

EL COMPORTAMIENTO

El comportamiento del toro en la Plaza, durante la lidia, queda definido como sigue:

Abanto Aquél que sale corretón, atropellando, saliendo suelto de las suertes y hacia cualquier terreno.

Áspero Toro cuya bravura es seca.

Blando El que se duele al castigo. Suele ser noble.

Boyante Noble o de carril, habiendo mantenido durante la lidia una bravura suave y dulce. Obedece a los engaños, arrastrando el morro sin hacer extraños.

Bravo El toro que se arranca galopando y acude a todos los sitios, se crece al castigo y embiste con prontitud.

Bronco El toro que espera y cuando se arranca lo hace con todo el cuerpo a la vez. Embiste con la cara alta y casi siempre de improviso tira cornadas, gañafones o tornillazos.

Cernirse Se dice que un toro se cierne cuando se acuesta, es decir que en su desplazamiento le gana terreno al torero.

De Bandera Como el boyante, pero aún más bravo, al ser su pelea muy superior en todos los tercios. Es el toro completo.

De Sentido El toro que aprende sobre la marcha, haciendo distingo entre el engaño y el cuerpo del torero.

Distraído Se distrae, mira al callejón y no se emplea.

Gazapón El que embiste andando no dejando colocarse al torero. También se le llama andarín.

Huido El toro que sale suelto de todas las suertes, asustado de las mismas.

Incierto Cuando el toro se muestra receloso, desconfiado y de arrancada irregular.

Manso El que se acobarda, no quiere pelear, rehuye la lucha, se duele al castigo y busca las tablas.

Pegajoso El que se revuelve pronto y no deja ni respirar al torero.

Probón Al que hace amago de embestir, quedándose a la expectativa. Suele cernirse y tener sentido.

Pronto El que se arranca de inmediato al primer cite e incluso por sí solo.

Receloso El que embiste con cierto miedo, distrayéndose con cuanto ocurre a su alrededor. Suele gazapear y desparramar la vista.

Reservón El que no muestra codicia y embiste sin emplearse del todo.

Tardo El toro que se lo piensa mucho antes de embestir.